viernes, 29 de enero de 2010

Ya vi Avatar

Y me pareció una bonita película de ciencia ficción. Particularmente lo que más me gusta de ver películas es cómo se ven y no en un aspecto estrictamente técnico, sino me gusta ver los colores, las formas, cómo se combinan con el ambiente. En este sentido Avatar es un buen espectáculo, en especial en 3D. Lo único que no terminó de gustarme fue el exceso de psicodelia, muchas luces para mi gusto.

La historia es una fábula y como tal es sencilla y con moraleja, es todo.

Pero lo que más me gustó (y el tema central de este post) es el concepto de Pandora (un planeta) como una enorme red biológica de información. Es sorprendente que por medio de un dispositivo puedas conectarte a una red neuronal orgánica y almacenar datos orgánicamente también, como un enorme cerebro, como un Internet vivo.

Esto, apreciados lectores, no está tan alejado de la realidad, esto realmente es el futuro, esperen, no quiero decir que los humanos desarrollarán trenzas con filamentos para usar un árbol como disco duro. No. Lo que digo es que todos los seres vivos somos un complejo programa que al entenderlo un poco tendremos poderosos sistemas para computar datos. Por ejemplo, ¿sabían que existe la computación basada en AND?, ¿o que la Unión Europea gasta millones de euros para desarrollar computadoras fundamentadas en células que imitan sistemas biológicos?

Es claro que todo esto aún es dos rayitas adelante de la teoría, los experimentos apenas comienzan y tardará mucho tiempo en que la computación biológica tenga aplicaciones para el usuario común. Imaginen ver en su ultradelgadísima pantalla la presentación del “iPad Neuron” que con su sistema neuronal puede almacenar choro cientos montones de música, videos, libros y todo el etcétera que quieran incluir para que los acompañe en sus viajes por el sistema solar. ¡Qué emoción!

En la imagen: una neurona del hipocampo vista con un microscopio electrónico.

viernes, 15 de enero de 2010

El año comienza

Pues sí, las festividades de fin e inicio de año terminaron ya y todo regresa a la normalidad.
Recibí regalos en Navidad, pero ninguno en día de Reyes.
El último día del año resultó un poco tortuoso pero el primero fue mejor.
Comí rosca de Reyes en casa y en la oficina y en ninguna de las dos me tocó apadrinar al niño.
Al parecer los panaderos por fin entendieron que a nadie nos gusta el acitrón con el que adornan las roscas, porque este año las ataviaron con ate e higos cristalizados verdaderamente sabrosos.
En verdad es agradable quedarse en la ciudad durante las fiestas decembrinas, la neurosis peatonal llega a niveles mínimos y hasta se pueden encontrar asientos vacíos en el metro.
Lo feo fue eso del “Árbol de Navidad más grande del mundo”, hace de Avenida Paseo de la Reforma un caos y eso no es bonito.
Finalmente en el D. F. tenemos un invierno decente, hace frío como hace mucho tiempo no hacía. Los inviernos deben ser fríos no un remedo de verano a 22ºC.

Bueno, el año comenzó con un saldo más o menos balanceado y hacía adelante es el camino.

Como diosa del Oriente medio, (olviden ya a los reyes de oriente) les traigo unos juguetitos para que pasen esos momentos de ocio:
Clic aquí y jueguen al ping pong con las ventanas de su navegador de Internet.
Clic acá y descarguen unas bonitas muñecas recortables, de esas a las que vistes con papel sujetado con pestañitas